la niña le temía a las alturas tanto
pero la pubertad se la llevó a esos carros veloces sobre vías altísimas
al bajar confesaba sus pecados,
para comulgar la boca llena de aire
algo sanaba esa fe despreocupada, tal vez las rodillas lastimadas
o la fisura de fábrica, la entretela rasgada
sube confiada la mujer y baja juntando tierra en la ropa
es lo que hace cuando no piensa del todo
- los grillos son de la vieja sin orejas, que es solo conciencia -
proyecta distancias mayores donde la perspectiva pasa a ser un plano
sobre cualquiera de sus palmas
en dichas arrugas no se cae, no se raspa no se parte en ningún pedazo
en sus manos no hay peligro, pero la vista es quien le abisma el paisaje
le han dicho que agradezca al cielo que esto así suceda
pero le cuesta ese lugar de oración,
le da vértigo y algunos calambres.
la niña amaba a los perros
y a las arañas y a las hormigas y a las polillas
- guarda ese amor apretado sin aire, en sus puños, donde el sudor abre paso al delirio -
pegaba y despegaba caracoles de la pared
en una casa en la costa atlántica,
y mas de una vez ha dejado babosas sin hogar
o roto sin querer las corazas
- conchas de espiral en mozaicos que vaya a saber si hay remedio para ese virus -
algunos días en los que dios está mas pequeño,
la mujer tiene en sus dedos la información de aquella experiencia,
y revive tristemente tomando alfajores de maicena entre sus dedos de pinza
y no importa si lo que agarra late o yace
por los monstruos que olieron su miedo hoy cruza de vereda
y escapa la mirada de los insectos, se los pierde
se gana en la ignorancia las arrugas
y contempla cuando la fatiga es ya un hecho considerable
la niña ganó medallas
la muchacha las escondió
la mujer las busca
se las pide a la niña
que se las reclama a la muchacha
que le llora a la mujer
en el horizonte y sobre la hierba
están ellas en fila india,
la mujer lomo a lomo con un perro
y los insectos sobre sus heridas
si amanece un premio
no es para nadie
