añorando aquella alameda que no pude abordar
resucito hoy con el vino y una templanza
para tener algo en el estómago
con el deseo de escribir el río, Martínez
sé que no esperaba mi desafío,
sé que no me pidió que de la corriente hablara
que algo pudiera decirle mi nadadora entre orillas
pero emergí de los errores con una alegría sorprendente
con un puño en alto
y tomados de mi falda todos estos hijos
que nombré con todas las sílabas que existen
que se saben amados
se saben terrestres y se saben por mí, alados
hago pie ahora en estas aguas dulces
me dispongo a escribir el río
solo un dedo rozando la superficie
es el único verso que puedo, Martínez
ni más ni menos
que esa reverberancia
que contagia
es sonoro el verbo
es hermosa la frecuencia
se percibe el caudal
pero tengo silencio
y en ese instante del reflejo me veo sin querer escribir nada
hay una rebeldía
que deja a la naturaleza a salvo de mí
de un amor por el río