éramos alrededor de diez o doce los jilgueros
que veíamos a la niña de ojos contemplarnos
con atención aguda de hipnótico picoteo
vaya a saber si sus dedos dejarían algún día
de meterse exactos entre las rejas
de subir y bajar sin escalas
mientras su mirada decantaba
en algún reflejo del fondo
traspasando nuestras plumas
tuvimos el cuerpo al aire
para ser atravesados
por su cantar
y nada
llamamos la atención
sobre el palito
y nada
y nosotros que tenemos bruscos los giros*
nunca supimos que horizonte tenía la jaula
* en el ejemplo del alpiste, la niña de ojos concluyó: que cuello y cabeza de los jilgueros, por el pico y la precisión para obtener el grano, se reduce a movimientos cortos, bruscos y de apariencia tanteadora
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