Como es costumbre en nuestra relación,
a la noche soltamos el globo y nos quedamos con las manos libres
para gesticular tranquilos, acariciarnos, masajearnos,
para cucharear el café instantáneo, para taparnos los oídos. Eso fué lo que hicimos.
Queríamos entonces, hablarnos
pero no así, escucharnos
Y si cada cual hubiera quedado contento con decirlo todo, hubiéramos saboreado un final felíz.
Pero pasó que, con los oídos tapados intenté leerle los labios. Leí sus labios.
Lo que su boca decía sin sonido era lo mismo que decía la mía en silencio.
Me puse a llorar. Durante un largo rato.
Quería la otra pieza del rompecabezas y sólo tenía el juego de los opuestos.
El globo estaba contra el techo, más allá no podía ir.
Quería algo que alivie el dolor y que no sea un ibuprofeno
martes, 30 de junio de 2009
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2 comentarios:
no llores, no hay un techo para cada globo
si bien un techo puede detener muchos globos y esa verdad suena frustrante.
los techos son quietos,
no ha si, los globos y el viento...
por ahora los piolines y la vida util del globo no entran en discusión.
(suspiro)
Anónimo... es verdad. Sólo el techo es un freno a la hora de soltar el globo, y porqué soltarlo justo cuando no se ve el cielo, no?
La vida util del globo y el piolín,
bueno...
Usted es oportuno. Gracias
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