intentar no ver nada en absoluto
tomar de una bocanada la devoción
a la altura de los mortales,
sentir un poco de sed
dejar fraguar la fe hasta conseguir un pecho que pueda moldearse en la oscuridad
entrecortar la respiración sin dramatizar el aire
y extender los brazos como en el gallito ciego
juntar los dedos de manera tal que se fortalezcan al tacto
pero que al mismo tiempo no entren en lanzas
calma
se supone que es de noche
o que logramos su oscuridad
pero si hace falta, cerrar los ojos
(sin apretar los párpados)
girar como las agujas de un reloj
en ese sentido de tiempo
sobre nuestro propio eje
y sentir el orgullo de conservarlo
(como un ebrio y el poste)
y agradecer,
agradecerlo todo
hasta la memoria
para recordar donde pusimos la estatuilla por última vez
y ganar terreno en ese cielo
dar pasos solo si el horizonte nos confía la gracia de movernos
al primer contacto de las yemas de los dedos
acariciar suavemente la superficie de arriba hacia abajo
reconocer los relieves de la tela bajo el yeso
(se puede sonreír y oler profundo, dios)
dejar pasar al artesano
cincelar el corazón
y abrazar al santo
nombrarlo
martes, 21 de marzo de 2017
viernes, 3 de marzo de 2017
la niña de ojos por los jilgueros
éramos alrededor de diez o doce los jilgueros
que veíamos a la niña de ojos contemplarnos
con atención aguda de hipnótico picoteo
vaya a saber si sus dedos dejarían algún día
de meterse exactos entre las rejas
de subir y bajar sin escalas
mientras su mirada decantaba
en algún reflejo del fondo
traspasando nuestras plumas
tuvimos el cuerpo al aire
para ser atravesados
por su cantar
y nada
llamamos la atención
sobre el palito
y nada
y nosotros que tenemos bruscos los giros*
nunca supimos que horizonte tenía la jaula
* en el ejemplo del alpiste, la niña de ojos concluyó: que cuello y cabeza de los jilgueros, por el pico y la precisión para obtener el grano, se reduce a movimientos cortos, bruscos y de apariencia tanteadora
que veíamos a la niña de ojos contemplarnos
con atención aguda de hipnótico picoteo
vaya a saber si sus dedos dejarían algún día
de meterse exactos entre las rejas
de subir y bajar sin escalas
mientras su mirada decantaba
en algún reflejo del fondo
traspasando nuestras plumas
tuvimos el cuerpo al aire
para ser atravesados
por su cantar
y nada
llamamos la atención
sobre el palito
y nada
y nosotros que tenemos bruscos los giros*
nunca supimos que horizonte tenía la jaula
* en el ejemplo del alpiste, la niña de ojos concluyó: que cuello y cabeza de los jilgueros, por el pico y la precisión para obtener el grano, se reduce a movimientos cortos, bruscos y de apariencia tanteadora
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