El día en el que nos conocimos no llovía, le dije sonriendo
El día en el que nos conocimos era de noche, me dijo
Sí, recuerdo... recuerdo que desde tu auto la luna se veía espléndida, nunca había visto el cielo así... una y otra vez, mientras vos me hablabas y mirabas mi boca, yo no dejaba de observar esa luna... le dije.
Bueno, yo no recuerdo el cielo de esa noche, pero fué maravilloso, me dijo mientras tomaba las llaves del auto (el mismo auto) y encaraba la puerta de salida.
Beso, chau.
La otra parte él ya la sabe:
A los pocos días del primer encuentro fuimos al circo, a la carpa que estaba junto al río, y como hacía calor, bajé el vidrio de la ventanilla.... y ví que el color del paisaje cambiaba porque eran polarizados
Allí estaba la diferencia
La misma
miércoles, 13 de mayo de 2009
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3 comentarios:
Necesito un par de lentes con vidrios polarizados YA.
Hola, Leti, me topé con tu dirección y te leí de un tirón toda la tira de la primera entrada. Sigo diciendo que escribís muy pero muy bien, sos medio expresionista, hacés, a mi ver, una especie de transformación de la realidad tipo bien lo decís: vidrio polarizado, o, a pesar de tu modernidad, tipo cuando uno mira a través de un cairel facetado de una antigua araña de cristales.
Marily, es un honor leerte comentando una entrada. Sí, muchas gracias... leí tus mails, me sirve mucho tu mirada y me encanta leerte porque en tus textos puedo oler y hasta oir... que lindo.
Si, me gusta mucho transformar mi realidad, un dia en café te cuento.
Un abrazo
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