miércoles, 19 de diciembre de 2007

la bola de cosas


El me dijo que por la mañana no se puede establecer conmigo ningún tipo de contacto.

Esa mañana de sol y brisa, como tantas otras, café instantáneo de por medio, lo perseguí por toda la casa nombrándole todas y cada una de las cosas que deberíamos haber hecho desde hace varios años. Le estaba hablando de la puerta del baño que no cierra desde que compramos la casa mientras se lavaba los dientes y le reprochaba no haber revisado ni uno de los cuadernos de la niña más grande, a la vez que mechaba el monólogo con mi lista pendiente, como por ejemplo no haber llamado a mi maestro de violín desde julio. Todo eso le contaba mientras el intentaba improvisar su día de la mejor manera.

Veía, como en un termómetro, como mis palabras iban aumentando la linea roja, desde los pies a la cabeza, ya estaba por el cuello. Y no paré.

No lo hice hasta que me dijo: saqué los pasajes. Nos vamos a la montaña, así que guardá la bola de cosas en algún lado y vamos.


De eso se trataba, de cambiar una mochila por otra. De una mochila muy pesada a otra bastante más liviana.

Al principio me indigné, porque no podía ser de otra manera, y le dije:


Vos pensás que podés decidir cuando puedo subir a una montaña o cuando debo dejar mi bola de cosas? ¿Donde puedo dejar esto ahora? ¿Vos me garantizás que cuando baje de la montaña y regrese aquí, la bola de cosas no habrá aumentado de tamaño considerablemente? ¿Cómo pretendés que apriete pausa y me duerma en blanco en una carpa?


Intenté deshacerme de la bola de cosas, porque no era posible cargar la cocinita, la carpa, las bolsas de dormir, la ropa, las niñas, los juguetes, el inflador, las estacas y demás, teniendo semejante bártulo encima. Así que estuve separando aquellas cuestiones que no disfrutarían del paisaje, como las cuentas pendientes, el ABL, los gatos, el perro, el informe de gestión de mi trabajo del año 2007, la pc, el secador de pelo, la cera, el cine, los reclamos familiares y los úlitmos caprichos sin consuelo. Dejé todo en una caja, y si bien algunas cosas volvieron a mí como un imán, el peso era otro. No me preocupé por aquellas cosas porque sabía que existía la posibilidad de dejar algo en la punta de la montaña o encender algún fuego una noche apacible.


La mochila estuvo lista rápidamente y como siempre tuve la sensación de olvidarme todo, tal vez era mi deseo.

Al cerrar el cierre, me senté arriba de los bolsos, y miré la puerta sin pensar en nada.

Luego de unos minutos, ya con la mochila, y el protector 15 en mi piel, noté su mirada.

No hizo falta ninguna palabra.

Faltaban aún nueve días para partir.

Llorando por dentro le dije que era un ensayo.

Miré la caja que contenía la bola de cosas y pensé.

Mientras escuchaba la música de mi vecino Favio, una cumbia, me quité la mochila pero no abrí la caja.

No lo hice.

No tenía porqué.


despuésm de todo, la bola de cosas sabría que en algún momento volvería...


4 comentarios:

Mirta Alvarez /noventa90producciones dijo...

Hace bastante que no entro al blog, y sabés qué ??? me encanta !!! porque me contás una sucesión de historias que me engancha de tal forma !!! Deberías publicarlas y no en el blog, un libro de cuentos cortos así, muy especial, quién te dice Chopi ??? Por hay en alguna feria del libro ... en la presentación ... me firmes un ejemplar vale ?
Mirt

Anónimo dijo...

iba a escribir lo mismo!!! que hicieras un libro o algo asi!! sos re grossssssaaaaaaaaaa.
daleee, animate.
feliz 2008 y besos a tus divinas hijas

Unknown dijo...

Hacia bastante tiempo que no entraba...El relato de la nena y el globo es buenisimo !!De lo mejor del blog!!
Muy bueno
Beso
Fede

cata dijo...

me cope leyendo... llegue al final... y lo de la mochila es tan real!! alguien quiere mi mochila??
besos a lot...
me falta lleer la del pajarito... pero como les tengo panico fobia... me reuso...

parte del hábito

                                                                                                                  a la hermana Bety         ...