viernes, 9 de noviembre de 2007

texto de uno de mis trenes

El corazón, la cabeza, el alma y las piernas...
Un tren. Me subo. Tengo que bajar. No se cómo. Me quedo.
Sigo viaje...
Miro por la ventanilla cantidades de estaciones, pueblos y sigo. Porque no se bajar. Mientras tanto tomo un café, como pastas y miro por la ventanilla.
Bajo solo para estirar las piernas y cuando escucho el sonido del timbre, la señal de advertencia que indica “El tren se va”, entonces apresuro el paso
[... veo el campo abierto y me siento correr sin darme vuelta. Fuerte, rápido. A veces tropiezo y sigo. Siento el sudor. Y no hay nada como una meta o algo así, y no hay nadie esperándome más allá. Pero corro, corro y corro...]
Entonces ya estoy arriba, aliviada. Ya volví a subir, con el corazón en la mano, con el aire en el pecho. Otra vez.
Y en cada parada igual. Siento el aroma que está en el aire. Lo respiro, y cuando lo tengo adentro no pienso. Exhalo. El sonido de alarma y otra vez arriba.
Llevo diez años arriba, y ahora se descompuso
El maquinista no sabe dar explicaciones. “Se paró”, dice. “Hay que quedarse acá”, pienso, pero no me animo a preguntarle si hay que quedarse adentro o si se puede bajar a estirar los pies... Si el maquinista me dijera que se puede bajar, no se que haría. Porque si comenzara a correr no llegaría a ningún lado, y si el tren no funciona no hay alarma, no hay timbre ni advertencia que me hiciera volver.... y si subo porque imagino que se va, me desilusionaría.
Entonces me siento a mirar siempre lo mismo, y a cada rato el maquinista me dice “el tren está descompuesto”Sí, sí, ya se, le respondo. O también le digo “en serio?, pero que barbaridad!”
Se me ocurre ir al último vagón y observo todo el recorrido del último trayecto hasta que se funde en el horizonte, e intento recordar que veía por la ventanilla. Me acuerdo de una señora con bolsas...
Que entraba a una casa. Las bolsas eran de comida, pienso que ya deben de haber terminado de comer, tal vez estén en la sobremesa, en familia, tal vez con frío o con calor. Recuerdo un pony, y otro pony, y otro... Porqué tantos ponys?. Me pregunto si algunas veces mirando por la ventanilla me habría dormido, porque no se, los ponys no me cierran para nada. Sí, sí, girasoles todo el tiempo, girando claro. Diez años de girasoles persiguiendo al sol, los he visto de todos sus ángulos. Puedo dibujar un girasol exactamente como es. Cuando reflexiono acerca de mis fotografías de niña, justo en ese momento se acerca el maquinista y me dice: “el tren está reparado, en cinco minutos partimos”...
Entonces sonrío.
Pienso en estirar las piernas.
Lo hago.
Esta vez salto con ambas piernas.
Respiro.
[...Suena la señal justo cuando veo que al final del campo, detrás de una línea punteada de color rojo, creo... hay alguien, humo, y... música.

Suena la señal y me pongo a llorar.
Suena la señal y me detengo.
Me subo
Suena la señal.
Sigo corriendo. No veo nada pero corro. Me canso pero sigo. Me caigo, me levanto y sigo. Camino, corro, no miro atrás. Corro hacia delante. En el camino me quito la ropa. Corro...]


es un texto del año pasado

No hay comentarios:

parte del hábito

                                                                                                                  a la hermana Bety         ...